El miedo es la emoción más fuerte en el ser humano y esta, en la mayoría de las veces, se produce por ignorancia, desconocimiento a una situación a la que no nos hemos enfrentado. Miedo tenemos cuando pensamos en la muerte, desconocida y principal misterio del ser, a andar solos por una calle desconocida, a un ser extraño que no conocemos… Estos miedos, en una sociedad cada vez menos acostumbrada a enfrentarse a ellos, generan todos los problemas reales de depresión, ansiedad y demás, ya que desconocemos, como he dicho, la raíz de ese miedo.
Este tema se lo dejo a psicólogos y a los demás expertos de la sotana blanca. El tema que aquí nos concierne es el tema de la búsqueda del conocimiento. Son muchas las veces que veo que una persona rechaza algún ideal o algún autor aunque no se haya ni parado a leer algo suyo. El rechazo que mucha gente tiene a otras ideas sin haberse parado a leer es increíble. Tenemos ínfulas de que conocemos todo porque tenemos todo el conocimiento a un clic, y cuando algo nos produce rechazo, aún sin haberlo leído o parado a pensar, lo ridiculizamos hasta tales puntos que cuando alguien ducho en ese campo lo lee no tiene otra que reír ante descabelladas opiniones.
Os pongo un ejemplo personal. Cuando leo algo de Rallo publicitando su libro, siempre existe el típico iletrado que, por la pura fatal arrogancia (como diría Hayek) se cree mejor que el distinto y lo ridiculiza. He leído ya bastantes más veces de las que debería como alguien, sin haber leído a Rallo, lo tacha de “facha” (cuando el liberalismo es totalmente contrario a todos esos ideales) o cuando habla de su nuevo libro (con 1776 páginas hablando del comunismo) y lo denosta hasta tal punto que llamarle cateto es lo menos falaz, a pesar de haber escrito tal cantidad de palabras sobre el tema, algo que está al alcance de muy, pero que muy pocos seres humanos. Por el simple hecho de que critique unas ideas afines a las suyas se le ataca. Esto es pecar de arrogancia y no es más que ser un estúpido patán. Claro que todos no pensamos igual, ¡faltaría más! La belleza de la sociedad está en abrazar al distinto para mejorar recíprocamente, comprenderse y debatir para intentar ser mejor cada día, no para lanzar soflamas e injurias que no hacen bien alguno a la sociedad ni a nosotros mismos en la búsqueda del conocimiento.
No ridiculicemos al distinto por ser distinto, sino tratémoslo con comprensión, bajad al pozo de su psique, ahogaros en su logos, analizarlo, y emitid un juicio de valor que os pueda ayudar a mejorar a vosotros y al extraño con vuestra crítica, así haremos un favor a la humanidad y haremos que nuestra convivencia, respeto y hermandad sea lo más idílica posible.